jueves

¡Son peruanos! ¡Son peruanos!

Wilfredo Ardito Vega

Hace dos años, regresaba al Perú desde Guatemala, pero el avión se retrasó por un problema de mal tiempo y perdimos la conexión en Costa Rica. No había otro vuelo hasta el día siguiente. Me dirigí al mostrador de la aerolínea con otros quince pasajeros peruanos, en su mayoría familias que venían de pasar las vacaciones de Fiestas Patrias en Estados Unidos. Había también una señora española cuyo esposo trabajaba en Telefónica.

Cuando por fin el displicente empleado aceptó que debían llevarnos a un hotel, me pidió mi pasaporte y exclamó asustado:

-Pero, ¡usted es peruano! ¡Son peruanos!

-Sí, pero no queremos quedarnos en Costa Rica. Estamos yendo a Lima.

-¡Tengo peruanos aquí! –insistía el empleado por teléfono, como si hubiera llegado un cargamento de leprosos–.

-¿Qué pasa? –me preguntaban los compatriotas.

Yo les expliqué que, como no teníamos visa para Costa Rica, nuestra presencia era irregular. Añadí que ya era la tercera vez que me quedaba varado allí, gracias a la informalidad de las aerolíneas centroamericanas, pero no les dije que nunca antes nuestra nacionalidad había generado tanta reacción.

Mientras caía la noche, nos permitieron llamar por teléfono al Perú. El aeropuerto estaba desierto y los empleados de la aerolínea preparaban con lentitud una solicitud de autorización para nuestra permanencia temporal. Teníamos hambre, porque en el avión sólo nos habían dado dos bolsitas de maní a mediodía. Quizás por un presentimiento, yo había desayunado en abundancia tamales, huevos revueltos, tortillas y otras viandas guatemaltecas.

Recién a las ocho de la noche nos condujeron por unos largos pasadizos hasta la salida. Cerca de los detectores de metales había un frasco roto de champú en el suelo.

-¿Quién de ustedes ha hecho esto? –nos preguntó agresivo un policía.

Parecía que los peruanos tenían la culpa de todo lo que andaba mal en el aeropuerto.
Súbitamente un funcionario gritó:
-¡Vuelvan a la sala de espera!

Obedecimos, pero luego decidí ir a buscar una explicación y me la dieron con cierta vergüenza. Llamé aparte a los adultos y les dije:

-Señores, a veces nos quejamos que el Perú es un país desorganizado, ¿no es así? Bueno, estos patas –usé el peruanismo adrede para mitigar la tensión -han bajado de su computadora una solicitud para nuestra autorización…, pero no le cambiaron la fecha. Por eso tienen que volver a hacer todo de nuevo.

Una hora después salimos del aeropuerto y nos esperaban en una combi dos policías, uno negro y otro blanco, más pequeños que cualquier policía peruano. Se quedaron con todos nuestros pasaportes y solamente hablaban con la señora española, como si los peruanos fuéramos algo contagioso. Nos llevaron a un hotel campestre, de habitaciones diminutas donde nos esperaba un buffet insípido, pero que a esa hora parecía una maravilla. Pensando que era otra peruana ilegal, a la española la gritaron los mozos por pretender servirse dos presas de pollo. Sólo a la mañana siguiente, minutos antes de partir, nos devolvieron el pasaporte.

Este episodio se me ha venido a la mente, ahora que el Parlamento Europeo ha aprobado medidas severísimas contra los inmigrantes ilegales. Se ha dispuesto su reclusión hasta por 18 meses, la repatriación de niños a países que no conocen y la prohibición a los inmigrantes expulsados de regresar por cinco años o más. Esta criminalización de los migrantes resulta sorprendente en gobiernos que pretenden ser democráticos y respetuosos de los derechos humanos, pero que en la práctica colocan la ciudadanía europea como el verdadero elemento a ser respetado.

Un mes después que los gobernantes europeos expresaron en Lima su preocupación frente a la pobreza de América Latina, tratan como criminales a los pobres, porque la pobreza es la razón principal de la inmigración ilegal. Ahora que Europa Oriental proporciona suficiente mano de obra barata, quienes provienen de otros lugares ya no son bienvenidos.

Muchos gobernantes latinoamericanos han recordado lo bien que fueron acogidos los inmigrantes europeos en esta parte del mundo y, al parecer, están estudiando una reacción conjunta. A mi modo de ver, lo mínimo que podríamos hacer los peruanos es pedir visa para los visitantes europeos, por un elemental principio de reciprocidad, que, por ahora, sólo funciona hacia mexicanos y centroamericanos.

El incidente de Costa Rica no fue la última vez que el destino me convirtió en inmigrante ilegal. Hace dos años, tras descender del avión que venía de Inglaterra a Madrid me sorprendió llegar a la calle sin ver ningún funcionario de migraciones: habíamos aterrizado en la zona de vuelos nacionales.

Como corresponde a un honesto ciudadano peruano, busqué afanoso por todo el aeropuerto la oficina de migraciones. El funcionario que me selló el pasaporte ni me preguntó cómo había llegado a España. ¿Qué podría pasar en los nuevos tiempos europeos?

Cholos en Larcomar

El problema de racismo surgido en Miraflores contra dos ciudadanos no ha concitado el interés de la opinión pública, pese a su gravedad y a la falta de decencia pública del alcalde de tal distrito. Ello muestra que aún hoy hay un gran problema de sintonía de los grupos de poder (en este caso político) con el ciudadano de a pié de este país. El futuro, que estamos seguros será uno que permita que todos los ciudadanos puedan hacer los proyectos de vida que deseen, pasa por reconocer la diversidad como positiva y, además, aceptar y valorar las condiciones étnicas y culturales de cada cual.

Proponemos, a título de protesta contra las actuaciones de racismo que perviven, reflexionar a partir de los dos textos siguientes, escritos por dos personas de bien, aparecidos en el Diario Peru 21...
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Delito de cacharro
Jorge Bruce
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El alcalde de Miraflores, Manuel Masías, estuvo presente en una conferencia de prensa, convocada por la oficina de Imagen Institucional de dicha municipalidad.

Ahí se reveló haber detenido a una banda de delincuentes que venían vulnerando la seguridad de los vecinos: Los Malditos de Larcomar. Cuando salió a la luz que los supuestos malhechores eran, en realidad, jóvenes deportistas de San Juan de Lurigancho -los que, sin embargo, habían sido enmarrocados y, según afirman, maltratados e, incluso, se les habría intentado 'sembrar' droga para incriminarlos-, el director de la Policía, Octavio Salazar, relevó al comisario de Miraflores y al mayor encargado del caso. En cambio el alcalde miraflorino se negó a ofrecer disculpas, alegando que las investigaciones no habían concluido. Lo cual es un absurdo más grande que el parque Kennedy.

Si dichas pesquisas recién comenzaban, ¿cómo pudo participar en una conferencia de prensa para anunciar que "en un trabajo conjunto entre el Serenazgo y la Policía se logró desarticular a una peligrosa banda de asaltantes que mantenía en vilo al distrito"? ¿Se les puede presentar como delincuentes sin que se haya probado su culpabilidad, y no se deben ofrecer disculpas cuando todo indica que se trata de un error gravísimo?

Lo que agrava el caso es la fundada sospecha de un "error" de corte racista, basado en el peligro -este sí real- del funcionamiento en base a prejuicios: ¿cholos con bicicletas, celulares y MP4?
El peligro radica en que de los prejuicios -opinión previa y tenaz, representación mental en virtud de la cual se confiere una significación extensa a los signos raciales- se salta a la discriminación, que es el pasaje al acto, por lo general en forma de abusos o denigración.

Esto parece haber sido lo que ocurrió en perjuicio de Abraham Nina Márquez, Jorge Chávez, Daniel Távara y César Cavero.

Su infracción consistió en lo que se podría llamar delito de 'cacharro' (rostro, en jerga).

En su afán de mostrar avances en la lucha contra la delincuencia, las fuerzas del orden no dudaron en obrar precipitadamente, humillando y dañando la reputación de cuatro muchachos inocentes.

Pero lo más escandaloso es la negativa del alcalde a disculparse. No solo por lo que esto revela de su concepción de la autoridad -para mostrar logros, acude presuroso; para reconocer daños contra personas lesionadas en sus derechos y dignidad, exige pruebas- sino particularmente por la señal que envía a la comunidad.

Si esos cuatro chicos fueran de los que se admiten sin problemas en ciertas discotecas del centro comercial que da nombre a la banda de marras, no habría necesidad de pedir disculpas porque las detenciones violentas ni, a fortiori, la conferencia de prensa, habrían tenido lugar.

Si los derechos no son de todos, son privilegios que causan rencor y dolor en los discriminados, remordimiento inconsciente y temor en los privilegiados. Lejos de integrar, el alcalde divide.

El racismo se manifiesta en la desigualdad en el trato a las personas, en función de sus rasgos étnicos o apariencia.

No es, como se ve, exclusivo de los sectores "beneficiados".

Al actuar con esa irresponsabilidad -y quizás dolo si lo de la 'siembra' se comprueba- tanto serenos como policías se someten a patrones racistas hegemónicos, en el ámbito de la autodiscriminación.

Lo que ellos le hicieron a esos chicos mañana se lo pueden hacer otras autoridades, identificadas con el agresor, a sus hijos o parientes. O a ellos mismos.


Malditos (cholos) de Larcomar: ¿Tanto le cuesta ofrecer disculpas, alcalde Masías?
Augusto Alvarez Rodrich

'Blanco corriendo: atleta haciendo ejercicio; cholo corriendo: ladrón escapando de la escena del crimen'. Este chiste racista que se suele escuchar es lo que parece haber ocurrido, hace poco, en un incidente lamentable durante un evento de ciclismo realizado en Larcomar.

Cuatro jóvenes entusiasta de ese deporte asistieron a ese centro comercial el jueves de la semana pasada pues dentro del mismo se realizaba una novedosa competencia de ciclismo. De pronto, mientras lo presenciaban, fueron detenidos, esposados y -según su propia versión- golpeados en la comisaría de Miraflores, donde no se les permitió preguntar por qué estaban ahí, y se los obligó a firmar una declaración que no les permitieron leer.

Las pruebas eran, como en el chiste racista, estar en un centro comercial de buen nivel, portar celulares, cámaras digitales y -aún más sospechoso- un MP4, así como -lo cual parece haber sido la evidencia contundente- tener aspecto de cholos. Es decir, los habían agarrado con las manos en la masa.Peor aún. Siempre de acuerdo con su versión, ante la protesta de los detenidos, se les amenazó con sembrarles droga, con lo cual la pena a la que se exponían era mucho más severa que un hurto.

Poco después, el alcalde de Miraflores, Manuel Masías, y el jefe policial del distrito, Luis Flores, los presentaron ante la prensa como delincuentes peligrosos e integrantes de la temida banda 'Los Malditos de Larcomar'. A 'jamonearse', entonces, con la captura del temido grupo que anda robando carteras y propiedad privada en dicho establecimiento comercial, lo cual es cierto y, evidentemente, genera indignación en los clientes y preocupación en las autoridades.

El problema, como se sabe ahora, es que los muchachos detenidos no eran los integrantes de la banda 'Los Malditos de Larcomar', solo que 'se parecían a ellos'.Todos los indicios apuntan a que se trata de un nuevo caso de discriminación racial inaceptable que puede dar para un nuevo chiste: 'blanco con MP4, cliente; cholo con MP4, choro'.

Y es lamentable, finalmente, que ayer en RPP, el alcalde Masías no aceptara la invitación para ofrecerles una disculpa a los jóvenes ciclistas. ¿Tanto cuesta reconocer un error?

miércoles

Todas las razas son mezcladas, pero cholos solos somos nosotros

miércoles, 08 de agosto de 2007

María Rostoworowski: Todas las razas son mezcladas, pero cholos solos somos nosotros

La historiadora afirma que en el día nacional los peruanos deben independizarse de sus complejos y prejuicios

En unos días vamos a celebrar la independencia. ¿Qué debería significar la fecha entre nosotros?

Debería servir para que los peruanos se independicen de ellos mismos, de sus complejos. Porque al peruano, desde chiquito, lo acomplejan en el aula con eso del imperio conquistado por un puñado de españoles. Hay que sacudirse de esos prejuicios, sacudirse y ponerse a pensar, usar la cabeza un poco, hacer lo que yo llamo rumiar.

¿Tenemos porvenir como país?

Yo creo que sí. Aunque no lo deseemos, tenemos porvenir. La corriente hacia delante es tan fuerte, que ya no nos podemos quedar más tiempo atrás. Yo soy positiva. No conozco depresiones.

¿Qué nos falta para surgir?

Solamente tener conciencia de lo que somos, despertar, tener conciencia de que somos un pueblo que está en devenir, de que somos un pueblo mestizo que no quiere reconocer que es mestizo.

Sin duda hay criollos que niegan el componente autóctono de la identidad peruana, pero también, en el otro extremo, hay quienes niegan el componente occidental.

Hay que terminar con esa tontería que no nos permite surgir, con esos dos chauvinismos que no nos permiten realizarnos. Ambas son actitudes antirrealizació n. Por otro lado, no se puede llegar a tener identidad si en las escuelas no se enseña bien historia. Un ejemplo de eso es la forma en que se enfoca Cajamarca. Siempre enseñan que es una derrota de los andinos...

Asustados por los caballos y las armas occidentales.

Y que no entendieron la situación. Entonces, ¿qué hace el niño? El profesor le habla de un imperio maravilloso y luego le dice que un puñado de hombres derrotó a ese imperio maravilloso. ¿Qué pasa? Pues que viene una cólera contra ese imperio y el niño inconscientemente agarra un disgusto contra todo el Ande.

Se debería explicar que esencialmente se trató de una derrota política, como usted ha señalado.

Claro, fue por completo una circunstancia política, pues hay las causas visibles, que ya todo el mundo conoce, y las causas invisibles, que son el análisis de la situación en ese momento. Y lo que había en ese momento era un rechazo de los grandes señores andinos hacia el Cusco, pues habían perdido sus mejores tierras, su mejor mano de obra, y querían su libertad.

Porque la presión del soberano cusqueño era cada vez mayor.

Cada vez mayor y más atorrante. Esa fue la clave de los sucesos de Cajamarca. La reacción inca solo se produce meses después, con Manco II, pero la gran nobleza andina no lo secunda, al extremo de que cuando sus tropas, encabezadas por sus generales Illa Topa y Quispe Yupanqui, están tomando las calles de Lima --Illa Topa era un gran general-- de manera muy sabia atacó por el río Rímac, pues allí, entre los guijarros, los caballos españoles no servían.

Los cusqueños tenían la ventaja.

Así es. Y ya estaban entrando a Lima y de repente doña Inés Huaylas Yupanqui, la concubina de Pizarro, pide ayuda a su madre Contarhuacho, y esta envía un ejército que salva a los españoles. Es decir, los grandes señores, los pudientes, los que tenían poder, estaban contra el inca. Y Huacra Páucar, otro gran señor de Hatun Jauja, apunta en un quipu inmenso todo lo que le da a Pizarro: caballos, guerreros, mano de obra para cargar víveres, ropa, ojotas, pues los españoles ya no tenían zapatos, ni siquiera ropa. Se ve, pues, que hay un esfuerzo para ayudar a los españoles. En vez de contribuir a derrotarlos, los ayudan.

Es decir, los españoles no derrotan solos a los cusqueños, sino aliados con grandes señores andinos.

Fue una alianza política contra el inca. Ese quipu muestra todo lo que el inca no recibió de ayuda, y que en cambio sí recibieron los españoles.

La gente parece estar orgullosa del pasado prehispánico. ¿Por qué eso no se traduce en una relación más armoniosa con ese pasado?

Porque no son verdaderos patriotas. Nadie cuida aquí el patrimonio. Solamente reaccionan cuando a algo peruano le dan el visto bueno en el exterior. Yo, que soy de padre polaco, criada en Europa, he visto cómo allí el patrimonio nacional es muy valioso, lo mismo que la historia del país. Allí la gente es patriota. Aquí, no. La gloria para un peruano de clase media y clase alta es tener un departamento en Miami.

¿A qué le llama patriotismo?

Yo me acuerdo de que cuando vivía en Polonia --tendría 17 años--, mi tío, hermano de mi padre, me decía: "Marita, no compres extranjero, compra polaco. Aunque sea de inferior calidad, tienes que comprar polaco". Solamente en el Perú una porquería extranjera ya es "¡ay, qué bueno!". Cualquier chompa extranjera, aunque después se le hagan pelotitas en la lana, llama más la atención. Nuestras chompas de tan buena lana de alpaca son relegadas.

¿Por qué pone énfasis en la clase media y en la clase alta?

Los pobres piensan exactamente lo mismo.
No tanto, pues no tienen poder adquisitivo. Tienen tantos problemas personales, que ese asunto pasa a segundo plano. Ni siquiera se lo plantean. Yo me acuerdo de que cuando vine al Perú, el año 1935, a los 19 años, la Plaza de Armas de Lima era bonita y tenía mucha majestad. Pero entonces botaron los portales de piedra para poner portales de cemento. Dígame usted, ¿qué clase de élite era esa, que no sabía apreciar un portal de piedra?

Era una modernización mal entendida.

Por eso digo: la clase alta. Pues la clase alta es la responsable, la que da las pautas. Una verdadera élite da pautas para que el resto del país siga. Se supone que son buenas cosas, no las ideas de unos ignorantes o imbéciles.

¿Tienen los intelectuales capacidad para influir sobre la élite?

Yo creo que ninguna.

¿Y cómo ve su propio trabajo frente a eso?

Yo defiendo el mundo andino porque el mundo andino es justamente lo que quiero rescatar.

¿No le interesa el mundo costeño?

La costa también es parte del mundo andino. No se puede separar y decir: "Esto es andino; lo otro, no". Todo es andino: la costa, la selva, la sierra. Así es nuestra ecología. Los Andes son nuestro medio de vida.

¿Piura y Máncora también son andinas?

Todo en el Perú es andino.

¿Un costeño también es andino?

También. Todo es una sola cultura, una cultura en la que uno necesita del otro: la sierra necesita de la costa y la costa necesita de la sierra. La costa, sin el agua de la sierra, no subsiste, es un desierto. No puede dejar de tomar en cuenta a la sierra.

¿Eso también es válido para Chile, por ejemplo? La estructura de su costa es similar...

No me meto con otras culturas. En todo caso, en Chile llueve; es otra cultura. Pero fíjese: Toda la vida ha habido y habrá rivalidad entre la sierra y la costa. Ambas se necesitan, pero se odian y se pelean desde tiempos prehispánicos, pues la costa necesitaba la lana y varios productos serranos; necesitaba el agua con urgencia y tenía que pagar.

¿Es el agua el principal factor de la dependencia costeña de la sierra?

Yo he estudiado el problema acuífero. Ya desde tiempos antiguos tenían que pagar por el agua. Yo he tratado de buscar qué era pagar por el agua, en qué consistía, si no había dinero. Encontré un documento que decía que por el agua que daba a la costa, el curaca de la sierra tenía el derecho, por una vez, de sembrar en la costa los productos que quería, por ejemplo ají.

¿Hay que acostumbrarse, entonces, a la rivalidad entre costa y sierra?

Va a existir siempre. Pero debemos buscar una complementació n, que ambas partes comprendan esa rivalidad y la tomen como una manera de convivir, pues tenemos una interdependencia, una necesidad.

Si tuviera que pensar en los cambios que ha registrado el país en estos 70 años, ¿cómo podría resumirlos?

El principal cambio es que la gente tiene ahora más conciencia del mundo andino. Ya no es tan terrible como cuando yo empecé a investigar o a escribir, que me decían: "¿El mundo andino? ¿Qué es eso?". Y también, con cara de asco: "¿Estudias indios?". Había un desprecio total. Hasta ahora, en realidad, hay un enorme desconocimiento. El panorama general ha mejorado, aunque no sea lo que yo quisiera que fuera. Sin embargo, tengo esperanza en la gente joven. Y las cosas han mejorado un poco. La gente tiene menos reparos raciales. Eso lo veo muy claro en mis nietos, por ejemplo. No tienen nada de racial.

Es más natural la integración.

Sí, y se espantan cuando escuchan, por ejemplo, "Ay, cholo"... Pero si yo me digo a mí misma "la chola polaca", pues soy chola, somos cholos, y no hay nada despectivo en esa palabra, hay que quedarse con lo afectivo: "cholito, cholita". Es afectivo, es simpático. El mundo entero es mestizo, unas razas se han mezclado con otras. No hay razas puras, como pensaban los nazis. Todos somos mezclados. Pero cholos solo somos nosotros. Un chileno no es cholo. Será lo que quiera ser, pero no es cholo. Los peruanos nos distinguimos por eso.

¿Usted se imagina a la élite peruana reivindicándose algún día como chola?

Sí, a la larga. Además, es natural. Tenemos cholos en todas las esferas. Es cuestión de que sean educados e inteligentes. Por otra parte, la élite ha ido a Europa, tiene más idea de lo que es el mundo. El hecho de que Machu Picchu sea reconocido nos hace un bien enorme.

¿Y se imagina también, por ejemplo, al presidente de la Confiep o a los peruanos que tienen casa en las playas de Asia aceptando que también son andinos?

Tendrán que aceptarlo, pues no hay nada malo en ser andino. Todos somos andinos: los de la costa, los de la sierra y los de la selva. Las tres regiones son interdependientes.

¿Cómo puede ser la juventud una esperanza si la educación es tan deficiente? En los colegios, por ejemplo, se sigue enseñando la historia tradicional, no lo que usted sintetizó en "Historia del Tahuantinsuyo"

Pero en la universidad sí leen "Historia del Tahuantinsuyo" , y algunos colegios de élite también usan ese libro. Estoy entrando poco a poco.

¿Por qué los hallazgos de las ciencias sociales tardan tanto en entrar a la educación básica?

Por ineptitud de los profesores y de los mandatarios, que no aprecian lo suyo. Unos y otros hacen política barata sin comprender que ellos son los primeros que pierden, pues sus hijos no tienen la buena educación que deberían tener. ¿Por qué comienzan a enseñar a los niños esa lista de incas: "Manco Cápac, Sinchi Roca..."? Se trata de una paporreta que los chicos no aprecian, que no les dice nada ni les explica nada. Les enseñan tontería y media.

Entonces, ¿por qué su optimismo?

Porque a pesar de todos los descalabros, a pesar de todas las incomprensiones, hemos avanzado. Después de vivir tantos años como yo he vivido, me doy cuenta de que se ha reducido la separación entre las razas, hay más comprensión, ya se comienza a valorar el Ande y las cosas andinas.

¿Cómo le gustaría que fuera el Perú en el 2021?

Como Chile. Fíjese, Santiago me da una sana envidia, pues pienso cómo era antes y lo que es ahora. Yo he conocido Santiago hace 40 y 50 años y me da, cómo le digo, una sana envidia. No siento odio ni estoy contra Chile, nada por el estilo, pero... nosotros estamos como el cangrejo: para atrás, para atrás...

Muchas gracias. Esta es la cuarta entrevista que le hago en 20 años. La volveré a entrevistar para su centenario.

No, no, no. Ya viví mucho. Ya quiero ver a San Pedro.

"Somos expertos en serrucharnos el piso"

El 28 de julio del 2001, a usted le preguntaron si el presidente Toledo, tal como sus seguidores proclamaban, podía ser un nuevo Pachacútec, y usted...

Me acuerdo. Yo respondí: "Ojalá que fuera un Pachacútec, pero me temo que sea un Inca Urco".

¿Quién fue Inca Urco?

El hijo del Inca Viracocha. Como usted sabrá, Pachacútec no fue hijo de Viracocha...

Usted sostiene que Pachacútec se hizo del poder luego de salvar al Cusco y demostrar que era el más apto.

Así es. En cambio, Inca Urco era borracho, sinvergüenza, no gobernaba, pues era el corregente. Y abandonó el Cusco durante el ataque chanka. Por eso yo dije que ojalá que Toledo no fuera un Inca Urco. La gente, por supuesto, no lo entendió, ni Toledo tampoco.

¿Alan García se parece a algún personaje inca?

No, a ninguno. No hay ningún parecido.

¿Qué piensa de su gobierno?

Que no es tan malo. El primero fue un desastre, pero ahora ha recapacitado, aunque no sé si los apristas lo dejan gobernar.

¿Usted cree que el Perú es gobernable?

Ese es el mal del país, pero por lo menos tratan.

¿Por qué cree que los peruanos tenemos predisposició n a dividirnos?

Ay, no sé. A veces me desconsuelan los peruanos, pues realmente en política uno ve cada barbaridad que hacen, ¡por Dios!

¿Cuál es la última que la ha sorprendido?

Los maestros.

¿En qué sentido?

Están actuando contra ellos mismos, se están clavando ellos mismos un cuchillo. ¿Qué más quieren? Les van a dar asesoría universitaria, les van a dar una carrera en la cual pueden conseguir la mar de provecho a medida que avancen, ¿por qué no aceptar eso en vez de ser unos mediocres profesorcitos? ¿Por qué negarse a ser un profesional con status social?

¿Cómo se les puede hacer entender eso?

No lo sé. Me desespera, pues no entiendo. Mientras tanto, todos perdemos y peor, los niños. Los peruanos somos expertos en serrucharnos el piso. Hay que dejar de lado esa politiquería barata. Les encanta tapar los grandes problemas con problemas adefesieros, mínimos, innecesarios.

LA FICHA

Nombre: María Rostworowski Tovar.
Nacimiento: Barranco, 8 de agosto de 1915.
Estudios: Los cursos de primaria y secundaria los realizó en el sur de Francia, en casi todos los casos con profesor privado. Su formación de historiadora la hizo en el Perú en forma autodidacta.
Trayectoria: Su primera investigación la concluyó hace 55 años y fue publicada poco después con el título de "Pachacútec Inca Yupanqui". En las décadas siguientes publicó diversos trabajos sobre la costa prehispánica. Su volumen "Historia del Tahuantinsuyo" , de 1988, se convirtió de inmediato en un éxito de librería y es en la actualidad un clásico de la historiografí a peruana.

Por Francisco Tumi Guzmán

Fuente: El Comercio

viernes

¡Cholo soy!

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martes

Ser o no ser cholo en el Perú. Una introducción a este blog

Juan Manuel Sosa
Ciudadano constructor

I
Seguramente usted ha visto nuestro afiche, ése multicolor que llama la atención sobre que TODOS SOMOS CHOLOS.

¿Será verdad que todos lo somos? ¿Qué es ser cholo? ¿Porqué llamar la atención sobre este tema? En esta página intentaremos dar cuenta sobre todos estos asuntos, aunque –es inevitable– de manera inacabada. Y es que las respuestas a las interrogantes planteadas no deberán buscarse principalmente aquí, sino en la calle, en el encuentro con los demás, dentro de nosotros mismos, cuando no se traten de respuestas en (irrefrenable) construcción.

En cada entrada (o post) es lo que hemos intentado: leer nuestra realidad y tomar posición frente a ella. Eso es lo que compartiremos con usted, cholo o chola que se animó a entrar a este blog y leernos.


II
Precisemos: esta no es una página académica, que pretenda hacer ciencias sociales (aunque damos cuenta de algunos aportes en ese ámbito). Tampoco es un espacio de oportunistas para el publicherry y el figurettismo, típico de los políticos mediáticos –y, sobre todo, de los políticos de medio pelo–. Menos aun somos un grupo que se cuelga del temita de moda, siendo inconsecuentes y hablando a media voz, en actitud inconfundiblemente caviar.

Para el partido político Constructores Perú afirmar que TODOS SOMOS CHOLOS es reconocer una realidad evidente, reflejo de una nueva peruanidad ya cimentada y todavía en construcción.

Sin embargo, esta realidad no es fácil de asumir, pues el orden establecido excluyente –en el que todos nos vemos finalmente envueltos– hace difícil reconocer y reivindicarnos tal como somos, y luchar contra la estigmatización de la mayoría de peruanos, sea por su idiosincrasia, cultura, color de piel o situación económica.

Muchas cosas han pasado desde que en Constructores Perú decidimos explorar en nuestra identidad peruana, para finalmente caer en cuenta de que este es un aspecto imprescindible en un proyecto político peruano que promueva reales cambios en el país. Al respecto, sería muy largo detenernos en este proceso de discusión sobre lo cholo –que tiene ya algunos años–, pero sí creemos necesario dejar anotadas unas pocas cosas.

En primer lugar, sobre nuestra opción por el término “cholo”. Tal vez la más fácil reacción ante una expresión polémica y de afianzada connotación negativa –como “cholo”– es buscar otro término que permita ahorrar el esfuerzo (y desgaste) de intervenir en una discusión que podría distraernos de lo que realmente queremos señalar sobre la identidad peruana. Pero desde el inicio sabíamos que esto de participar de la cosa pública no sería nada fácil. Sí pues, el término resulta incómodo para algunos, y nosotros hemos apostado inclusive por cuestionarnos sobre este malestar. No es gratuito que “lo cholo” cause escozor y, justamente por eso, asumirnos cholos es mucho más que un acto de auto-reconocimiento, es una reivindicación de esta nueva peruanidad relegada y una afirmación ineludible para la construcción de una república verdaderamente inclusiva.

Algunos destacan el origen vejatorio del término, supuestamente vinculado al nombre de algunos perros nativos, de mala raza ante los ojos de los invasores. Y supuestamente nos haría daño reconocernos con un término así de insultante. No obstante, lo cierto es que tanto el término como sus connotaciones ya no dependen de ese origen perdido en la historia; las cargas negativa y positiva que actualmente tiene “lo cholo” exceden a la anecdótica creación del término y, por el contrario, son reflejo de una realidad viva: una cultura en pleno auge y el rezago de una idiosincrasia excluyente y racista.

Todos han de reconocer que lo cholo comprende al mestizaje peruano en sus matrices más reconocibles: la andina y la occidental (primero española, luego de diversa índole). Pero en Constructores Perú, además, afirmamos que lo cholo abraza al mestizaje peruano en sus ricas y diversas expresiones, recogiendo diversos aportes y volcándolos en nuestra peruanidad. Por eso, consideramos a lo cholo no solo como lo mayoritario en el país –en tanto vinculado con lo andino y lo migrante–, sino que reconocemos a todo el país como uno esencialmente cholo, mestizo de tantas formas.

En segundo lugar, en Constructores Perú asumimos nuestra choledad en términos culturales, no simplistamente raciales. Efectivamente, frente a iniciativas puristas y racistas, consideramos que una lectura real y no demagógica de nuestro país dará cuenta de que nuestros modos y temperamento son mestizos; hemos imbricado en nuestras vidas los aportes y las tradiciones de diversas culturas, creando una distinta, que ya puede distinguirse y que continúa en pleno desarrollo.

Así, sostenemos que la choledad no se lleva en la piel, sino en nuestra forma de ser social e individual. Para reconocernos en esta peruanidad poco importa la pigmentación, las facciones o la forma de hablar, más importan los actos y sentimientos de pertenencia a esta cultura chola. Ahora bien, algunos –prejuiciosos y enfermos racistas– querrán vincular la choledad solo con los aspectos más impresentables de nuestra idiosincrasia, para denigrar este reconocimiento colectivo. Pero vicios y errores no son ni mayoritarios ni inherentes a nuestra peruanidad chola; quien quiera verlo así, o se venda los ojos para no reconocer el auge pacífico y progresista de lo mestizo o, reconociéndole, recurre a la mentira y la injuria para defender el status quo que le beneficia.

No obstante, si bien para nosotros la choledad no es un asunto racial, no desconocemos que existe una marcada discriminación por nuestro color y rasgos físicos, ante la cual nos indignamos y subvertimos. Constructores Perú resiste y enfrenta todo tipo de discriminación y postergación, principalmente la económica, que es la más perversa de todas las formas de exclusión. En tal sentido, apostamos por lo cholo como una forma de reconocernos y valorarnos unos a otros como iguales, en una comunidad en la que todos podamos vivir de forma digna.

Como tercer punto, si bien nuestra campaña enfatiza el tema de nuestra peruanidad mestiza, no debe perderse la perspectiva de que la choledad es uno entre otros asuntos fundamentales que en Constructores consideramos imprescindibles para el cambio del país.

En efecto, actualmente hemos desarrollado algunas tesis políticas que consideramos de principal importancia para la construcción de un país de todos y para todos. Tenemos tesis políticas sobre pobreza y exclusión, sobre poder y ciudadanía, sobre identidad y sobre educación; algunas anteriores sobre la relación entre Estado y mercado, otras sobre descentralización; y venimos trabajando últimamente unas referidas a la generación de riqueza y al papel de las élites sociales y políticas para la transformación del país.

Es en el marco de nuestras tesis sobre identidad peruana que consideramos a lo cholo como elemento integrador de lo multicultural –que suele señalarse como lo diverso, desintegrado y hasta enfrentado–. Como se puede apreciar en nuestras tesis, nosotros no obviamos las diferencias culturales existentes, pero creemos que incluso con ellas el mestizaje se ha dado y ha forjado una renovada peruanidad, de la que todos somos parte.

En cuarto y último lugar, es necesario precisar que Constructores afirma la existencia de una identidad nacional, pero no nos consideramos “nacionalistas”, peor aun en los términos que algunos se consideran en nuestro país. Sí creemos en la forja de una nación peruana, que ya podemos vislumbrar, pero no creemos en hacer de la nación un “ismo” demagógico e hipócritamente pendenciero. Amamos a nuestra patria, en tal sentido nos reconocemos patriotas convencidos y ponemos nuestras fuerzas al servicio del país, pero no nos asumimos ni patrioteros ni nacionalistas.

Precisando más: en nuestro proyecto creemos en la democracia como diálogo de todos, de allí nuestra apuesta por el reconocimiento mutuo y la ciudadanización. Creemos en una ciudadanía de derechos y libertades, pero que no olvida los deberes de la persona con respecto a los demás y a su comunidad. Creemos que debe cumplirse la promesa de una república peruana donde todos podamos desarrollarnos, y que cumplirlo es más posible ahora que antes. Creemos que los cambios solo serán superficiales mientras no se solucione principalmente el doloroso asunto de la pobreza. Por todo ello, creemos también que en nuestro país las transformaciones sinceras han de ser finalmente transformaciones radicales, porque deberán incidir de manera decisiva en la raíz de nuestros problemas.


III
Con lo anotado, nuestra noción sobre lo cholo abarca el mestizaje del que todos los peruanos formamos parte. Todos somos cholos. Pese a esto, el país no termina de encontrarse consigo mismo; peor aun, quienes tienen capacidad para decidir y realizar los cambios que el país merece, viven y gobiernan de espaldas a las necesidades e intereses de esta nueva peruanidad.

Por ello es necesario y hasta inevitable reivindicar nuestros intereses nuevos y distintos, nuestras necesidades postergadas, nuestras aptitudes y cosmovisiones desestimadas por las seudo-élites nacionales. Es necesario participar, intervenir, construir. Construir un país de todos y para todos los peruanos: una verdadera república de ciudadanos.

De eso se trata esto de TODOS SOMOS CHOLOS.

Entonces, bienvenido al blog. Bienvenido, hermano o hermana en esta nueva peruanidad.

Identidad chola como peruanidad. Afirmaciones en torno a la oportunidad de construir una identidad peruana

PPMR

 


Afirmar una común identidad peruana como condición de un proyecto nacional
Sin duda, el Perú carece de un proyecto nacional que oriente las propuestas y programas de sus dirigencias políticas y, en general, de sus dirigencias sociales. Es más, las dirigencias políticas nacionales y la burocracia nacional suelen ser percibidas como desconectadas de las necesidades e intereses de la mayoría de la población. Quizá por ello millones de soles, cientos de proyectos y decenas de programas sociales no mellan la pobreza y sus múltiples manifestaciones a lo largo y ancho del Perú.Ante dicha realidad, la ausencia de un proyecto nacional ordenador de las diversas demandas sociales y propuestas políticas requiere ser afrontada como un problema central en el Perú, si se quiere cambiar radicalmente esa desconexión y las consecuentes fragilidades del Estado peruano, incluyendo sus inefectividades burocráticas. Pero un proyecto nacional requiere resolver la fractura identitaria que nos marca desde las invasiones españolas de principios del siglo XVI, reafirmadas tras la derrota de Túpac Amaru II a finales del siglo XVIII y desatendidas durante los siglos XIX y XX, en los que gobernaron nuestra patria dirigencias políticas mirando únicamente hacia los descendientes de los invasores, salvo contadas, aisladas y utilitaristas excepciones.

Es más, aun hoy las dirigencias políticas no terminan de expresar al Perú cholo que construye ciudades, diseña vestidos, reinventa comidas, crea y recrea música, pintura, poesía, cuentos, organizaciones, blogs, etc. Hacerlo conlleva al menos dos tareas: i) la de autoidentificación con las bases reales de la peruanidad y ii) la de proyectar una visión de lo que queremos expresar como peruanos ante el mundo, en el futuro próximo. Tareas que requieren de nuevos actores políticos que asuman los retos respectivos.


Afirmar la igualdad en peruanidad como condición para una República de ciudadanos


Pero ¿existe o puede existir la “peruanidad”?. Si queremos construir una Nación sólida, la respuesta no puede sino ser SÍ. Pues una Nación es más que un acuerdo sobre límites y otro sobre organización jurídica. Una Nación es también autoidentificación de una cierta hermandad entre quienes compartimos un pasado común y un destino común, los conciudadanos de la Nación. Y esta autoidentificación presupone elementos culturales, acuerdos compartidos sobre qué nos identifica como connacionales, peruanos en nuestro caso. Pasarlos por alto supondría una cohesión meramente formal y por lo tanto, una debilidad intrínseca en la convivencia. Esto es lo que le ha venido pasando al Perú durante la República formal que sucedíó al virreynato. Por eso se explican las fracturas que facilitaron las derrotas de la Confederación Perú-Boliviana y de la guerra del Pacífico, así como la cruenta política peruana del siglo XX y el conflicto armado interno que cerró ese siglo con 69 mil víctimas, la mayoría quechuahablantes... En todos esos conflictos hubo una negación absoluta de la común peruanidad de inmensos sectores de nuestra población... En todos esos momentos se evidenció que unos se sentían esencialmente distintos a los otros. Por eso también, cuando baja la temperatura, todos los años mueren niños y ancianos que de haber estado bien nutridos y abrigados no morirían: mueren porque las dirigencias políticas nacionales no los identificaron como peruanos, iguales en dignidad a ellas mismas y merecedores de los mismos entornos sociales que garantizan la vida ante, por ejemplo, factores climáticos.

Superar esa dificultad para entendernos como iguales en peruanidad resulta esencial para que la idea de una República de ciudadanos cobre sustancia en el Perú. Pero para que eso ocurra, tenemos que partir reconociendo y valorando un elemento central de nuestro punto de partida nacional: nuestra condición de vivir en un país heredero cultural de la gran civilización andina y de la gran civilización europea, a la que se añadieron importantes aportes africanos durante todo el período virreynal, chinos en el primer siglo luego de la independencia de España, y de muchos otros pueblos en el siglo XX, incluyendo los pueblos amazónicos. Herencias o aportes que en su mayor parte no se aislaron, sino que se mezclaron, o, mejor aun, se fusionaron y se siguen fusionando, generando un mestizaje singular, una identidad nueva y distinta; en las que los aportes culturales no se pierden, sino que permanecen enriqueciendo la nueva identidad.


Afirmar la choledad como punto de partida de nuestra peruanidad

¿Cómo caracterizar esa identidad peruana producto de la confluencia de elementos culturales andinos, europeos, africanos, asiáticos? Cómo ya ha sido caracterizada: como mestiza. Pero no de cualquier manera. En el Perú hemos inventado un tipo de mestizaje único en el mundo, y ya le hemos puesto un nombre: “cholo”. Los peruanos nos llamamos “cholos”, le llamamos “cholita” a nuestra amiga linda, “acholamos” el pisco cuando mezclamos variedades de uvas. Lamentablemente, algunos, los que no quieren reconocer a todos los demás como sus hermanos en peruanidad, sus iguales en ciudadanía, “cholean” despectivamente a quienes no tienen el dinero, el color, la dicción, los ternos o trajes de “su nivel” o “condición social”, a los que no pertenecen a los círculos de la “GCU” (“gente como uno”), a los que no podrían entrar a ciertos clubes o discotecas (cada vez más marginales, ciertamente). Peor aun, muchos, a pesar de no compartir esos criterios discriminadores y alienantes, tienen internalizados los prejuicios contra el mestizaje cholo de la peruanidad, por lo que les cuesta aceptarlo como un signo de unión entre peruanos y peruanas.

Pero no hay alternativa. Y si bien es cierto que en su origen la palabra "cholo" fue usada como un despectivo, como tantas otras cosas y conceptos, lo que fue marginado y echado al final de la escala social, ha insurgido y se ha puesto en el centro de la vida común. Es pues el tiempo de aceptar que sólo valorando nuestro peculiar mestizaje cholo, que trasciende lo racial o lo étnico, que se proyecta culturalmente en muchísimas de las manifestaciones que expresan "lo peruano", podremos afirmar una República de ciudadanos, sólida en su base y poderosa en su proyección. Pues sólo afirmando una ciudadanía común, pero no formal únicamente, sino densa, llena de historia y de historias fusionadas, nos sentiremos bien de ser peruanos o peruanas. Y afirmarnos como cholos o cholas, queriéndonos así, es afirmar y querer nuestra andinidad, nuestra europeidad, nuestra africanidad, etc. Es afirmarnos afirmando al otro, que tenemos en frente, reconociendo que sus aportes nos han enriquecido a todos.

Cierto es que aun estamos lejos de afirmarnos de esa manera. Cierto es que seguimos pasando a las celebraciones sin “ver” a los conciudadanos excluidos de toda celebración por su extrema pobreza. Es verdad que buena parte del poder económico y político de nuestro país se concentra en quienes no reconocen la igualdad ciudadana de todos ni la valía cultural de los aportes andinos, amazónicos y africanos y, por lo tanto, al no reconocer a esos otros, tampoco se reconocen a sí mismos como cholos. Pero también es cierto que eso está cambiando. Como cierto es que las fuerzas políticas que aceleran ese cambio están organizándose. Con estas certezas podemos decir que afirmarnos como cholos y construir así una nueva peruanidad, inclusiva, es punto central de las agendas de cambio que la política tiene que proponerle al país. De esa manera podremos construir una nueva elite política para el Perú, que se distinga por proponerle un proyecto nacional que supere sus fracturas y lo haga una verdadera comunidad de ciudadanos y ciudadanas, profundamente orgullosas de su peruanidad chola. La oportunidad histórica está frente a nosotros. Sólo nos queda dejarla pasar o aprovecharla...

Desde este momento el Perú es libre e independiente. La creación de la república y el destino de lo cholo

R. Alonso Vivanco
Ciudadano constructor


A diferencia de una monarquía —que es una sociedad conformada por diversos estamentos sociales organizados verticalmente, teniendo unos pocos (los nobles) privilegios y prerrogativas negados al resto de la sociedad (los siervos o plebeyos)— una república es una comunidad política de ciudadanos libres e iguales. En una república TODOS los ciudadanos, por igual, gozan de un conjunto de derechos (libertades civiles y políticas, y derechos sociales) y tienen diversos deberes para con la comunidad política (el respeto de las normas de convivencia social, el pago de los tributos, etc.)

¿Fue eso lo que se constituyó en el Perú cuando se fundó la república? La evidencia histórica es concluyente. Lo que se fundó en 1821 fue una república únicamente en los textos constitucionales, en el papel, pero que en verdad no fue tal; no por lo menos para la gran mayoría de la población indígena y chola, numéricamente superior al sector criollo. El Perú nació como una república, pero en los hechos estuvo organizado como una sociedad estamental; o —en palabras de Alberto Flores Galindo— como una república sin ciudadanos.


Los orígenes del problema

Tras la conquista del Imperio de los Incas, la Corona española estableció un sistema de dominación social, por el cual la cultura dominante española sometió a la cultura dominada andina. Debido a la diferencia de razas y cultura, tal sistema de dominación devino en un sistema de castas que hasta nuestros días persiste como una pesada herencia colonial.

Este sistema de castas estaba legalizado y dio lugar al establecimiento de dos “repúblicas” coexistiendo en el mismo espacio: una “República de Indios”, conformada por los pueblos indígenas sometidos, y otra “República de Españoles”, integrada por los españoles y sus descendientes (los criollos). Ambos grupos tenían condición legal distinta, ya que la desigualdad y el privilegio se encontraban legitimados como principios indiscutibles e indiscutidos propios del sistema estamental.

Este sistema de castas, sin embargo, no fue totalmente rígido, ya que su objeto no era restringir toda mezcla de las razas, sino, impedir el acceso de la cultura dominada a las posiciones de poder dentro de la sociedad. Ello permitió un amplio proceso de mestizaje racial y cultural, que con el tiempo hizo surgir nuevos sectores intermedios entra ambas castas; asimismo, fue el inicio de un lento pero imparable proceso de “transculturación”.

El régimen colonial, si bien subordinó a los pueblos andinos, respetó las jerarquías de la organización incaica, que tenía sus propias nobleza y plebe. Por ello los miembros de la nobleza indígena (los Curacas), compartieron con la nobleza criolla ciertos privilegios que sólo estaban reservados para los nobles. Tal situación permitió a los Curacas mantener su condición de elite indígena. Asimismo, las “leyes de indias” protegían ciertos derechos de los indígenas, sobre todo referidos a la propiedad de las tierras comunales.

Sin embargo, a fines del siglo XVIII, ocurrió un hecho crucial en nuestra historia: la revolución de Túpac Amaru II. Este movimiento constituyó la eclosión de una serie de movimientos locales que durante todo el siglo XVIII sacudieron al Virreinato. A diferencia de los anteriores, que representaban protestas locales típicamente indígenas, el movimiento de Túpac Amaru representó el aglutinamiento, al menos inicialmente, de todos los sectores provincianos dominados por el aparato burocrático borbón: indios, forasteros, mestizos y criollos. En la medida que (debido al impulso de las masas indígenas) la rebelión se fue convirtiendo en una revuelta popular anticolonial, los criollos y sus allegados la abandonaron.

Túpac Amaru pretendía forjar un estado multinacional independiente bajo la hegemonía incaica, que comprendiera a todas las nacionalidades, incluidos criollos y mestizos; eliminar las divisiones legales de castas y estamentos, menos la nobleza indígena, que por su origen debía ocupar los puestos dirigentes del nuevo orden. Proponía, asimismo, la permanencia de las autoridades españolas, pero el poder del curaca debía ser superior; asimismo, consideraba que la Iglesia Católica debía estar controlada por el Inca.

Como se ve, este proyecto era incluyente e inclusivo, a diferencia del proyecto nacional racista y excluyente que los criollos implementaron al “fundar la república”. De ahí que el proyecto tupamarista, más que una revolución indígena fue una revolución nacional. Su triunfo hubiera significado no sólo la conquista temprana de la independencia sino también, y sobre todo, la construcción del Perú como nación.

El lamentable fracaso de la revolución tuvo dramáticas consecuencias. La más atroz fue la destrucción de la clase dirigente indígena, lo que desarticuló la identificación étnica que la población indígena había mantenido pese a la explotación colonial. Descabezado el sector indígena, a pesar de constituir el grueso de los ejércitos independentistas y realistas, no tuvo un rol protagónico en el movimiento emancipador, y no participó en el pacto social y político que se supone implicaba la constitución de la república. Entonces, lo que se fundó en 1821 fue, a lo sumo, una república para los criollos. Los indígenas y los cholos estaban excluidos de tal sistema.


La república criolla, excluyente y racista

Según Basadre, cuando el Congreso Constituyente de 1822-1825 establece el sistema republicano, en teoría le dice a los peruanos que todos son iguales ante la ley; que deben cumplirse determinados objetivos, destinados al bien común; y que no deben cometerse los abusos que habían proliferado bajo el régimen español. Esto es lo que Basadre ha llamado la promesa de la vida peruana.

No obstante, y paradójicamente, con la independencia la situación de los indígenas —ya mala en la Colonia— empeoró. No sólo subsistió el sistema social de dominación y explotación de la colonia, sino se derogó la legislación colonial que protegía las tierras de las comunidades indígenas, lo que permitió a los criollos apropiarse de las tierras de las comunidades y convertirlas en latifundios. El fenómeno del gamonalismo no es colonial, sino republicano.

Waldemar Espinoza anota que de 1820 para adelante, la situación económica, social y política del indio fue deplorable, las más grandes miserias de la raza indígena tuvieron lugar desde entonces; económicamente regía la explotación a través del tributo, mitas y servicios personales; socialmente seguía aplastada por las clases de procedencia española, criolla y mestiza, ante cuya prepotencia los dispositivos de igualdad eran inoperantes para romper las vallas que los separaban; de modo que el título de “ciudadanos peruanos, de contribuyentes y de propietarios” que les dio el Estado eran palabras irrisorias. Los hispano-criollos, en cambio, con la conciencia de haber ganado “su independencia”, acentuaron su desprecio hacia los indígenas y mestizos, quienes definitivamente quedaron con el apelativo de “cholos”.

Tras la independencia fue evidente el desprecio racista que sentían los criollos hacia la mayoría indígena. Dado que la población andina indígena difícilmente podía ser exterminada, como en Argentina, Chile o Uruguay, y ya que el ordenamiento republicano impedía legitimar jerarquías legales, los criollos optaron por ignorar la existencia de esta población. Entonces, ocurrió la gran paradoja que el Estado, controlado por la minoría criolla, ignoró o despreció a la abrumadora mayoría de la población de su territorio. A decir de Sinesio López, una minoría en el poder decidía que el problema era la mayoría de la población.

Entonces, como señala José Matos Mar, el Estado Criollo, que no realizó mayores intentos de incorporarse al resto del país, definió su propia identidad como Estado Nacional, sobre el supuesto de que la nación era el mundo oficial de las ciudades, de que su relativa unidad cultural e institucional eran la misma unidad de la nación, y de que el ajeno universo de las mayorías que persistía mas allá de las ciudades representaba apenas una marginalidad intrascendente, a la que tarde o temprano, el desarrollo de la civilización haría desaparecer.

En suma, a pesar del nominal carácter republicano, liberal y democrático del proyecto criollo, lo que se erigió en nuestra sociedad fue un Estado Oligárquico, que mantuvo intactas las estructuras estamentales y la división de castas coloniales, y ahondó la profunda desigualdad entre la minoría blanca incluida y el mayoritario resto de la población.


Las migraciones y la cholificación

El sistema de dominación implantado en el área andina tras la conquista española recién comenzó a resquebrajarse a partir de un hecho demográfico: las masivas migraciones de millones de campesinos, de la sierra a la costa, del campo a la ciudad, ocurridas a partir de la década de 1950, tuvo como resultado la aparición y rápida consolidación de un nuevo actor social: el cholo.

Aníbal Quijano, a mediados de los sesenta, anota que el estrato social cholo, que emerge desde la masa del campesinado indígena servil o semi-servil, estaba en incremento. Este estrato se diferencia de la población india en los roles ocupacionales, el lenguaje, la vestimenta, la escolaridad, la movilidad geográfica, la urbanización y la edad. Así, el cholo es el resultado social del proceso de cholificación de la población indígena, por el cual determinadas capas de población indígena campesina abandonan algunos elementos de la cultura indígena y adoptan algunos de la cultura occidental criolla, con lo que van configurando un estilo de vida diferente al de las dos culturas fundamentales de nuestra sociedad, sin perder su vinculación original con ellas.

En ese proceso el sujeto social indígena se transformó, sin asumir totalmente la identidad de la cultura criolla occidental, sino dando lugar a una nueva identidad: lo cholo. La aparición de este actor social marca el inicio del acelerado desmoronamiento del sistema de dominación social impuesto por el régimen colonial. La explosión migratoria a la ciudad de millones de miembros de una sociedad que había permanecido durante más de cuatro siglos en condición de servidumbre, fue el punto de quiebre a partir del cual la mayor parte de la población, hasta entonces marginada, empezó a convertirse en ciudadana, sentando las bases para refundar la república y convertirla en verdaderamente nacional y democrática.

La apabullante presencia de los cholos, del mundo popular, del movimiento popular, de la plebe urbana, o como se le quiera llamar, ha marcado el nuevo rostro del Perú. Y a través de los cholos, este nuevo rostro del Perú reconoce finalmente su legado andino.


Los cholos y el poder

En el proceso migratorio señalado, sectores indígenas devinieron en sujeto moderno, urbano, productivo, social y cultural. Sin embargo, aún no han devenido en sujeto político. Como dice Carlos Franco, habiendo construido ciudades, una vasta red de empresas informales, masivas organizaciones sociales, una cultura propia, etc., no construyó sin embargo organizaciones políticas propias. En este plano, crucial para su desarrollo y poder en la sociedad, la plebe urbana no se auto-representó y más bien fue representada. Si así ha ocurrido, es porque ella no ha organizado un discurso global sobre sí misma, la sociedad y el Estado, en cuyo fundamento articule organizaciones, programas, estrategias de poder y compita por la conducción cultural y política del país.

El hecho que actualmente la plebe urbana, los cholos, no sean sujeto político limita sus posibilidades de continuar en el proceso de su incorporación plena al Estado, siendo éste un problema que debe solucionarse para culminar la construcción de una verdadera república.

Sabemos que ya existen en nuestro país las condiciones para la emergencia de un sujeto político a partir del sector cholo. El hecho que a partir de los noventa el pueblo haya optado por personajes como Fujimori y “sus cuatro cholitos” o “el cholo Toledo”, o que casi le haya dado el triunfo al cholo Ollanta Humala —más allá de los méritos o deméritos personales de estos personajes—, o que en el Congreso empiecen a proliferar representantes típicamente cholos, algunos de los cuales incluso reivindican su condición indígena, son muestras claras de que el mundo popular está exigiendo otro tipo de representación, una representación más acorde a sus demandas e intereses, y que además venga de sus canteras.

Sólo falta dar el paso hacia la auto-representación, que origine un nuevo sujeto político, que sea la efectiva expresión de los intereses de las grandes mayorías del país, de los cholos, que somos todos (o casi todos). Ello requiere una nueva relación o alianza entre los sectores populares, las clases medias progresistas y, en general, todos aquellos sectores sociales dispuestos a apostar por la construcción de una auténtica comunidad política nacional, que reconozca todas las vertientes culturales que vienen aportando en la conforman de nuestra identidad mestiza.

Se sienten ya los pasos. Ese nuevo sujeto político está naciendo; una nueva elite política verdaderamente peruana, mestiza, nacional, y comprometida en representar los intereses de todos los peruanos, sin exclusiones raciales, se está formando.