martes

La fiesta de San Juan: ¿una fiesta chola?

La semana pasada la selva peruana festejó la fiesta religiosa de San Juan, cuya festividad llegó con los conquistadores españoles y, al coincidir con la fecha del Inti Raymi o Fiesta del Sol, se alimentó de elementos y rituales prehispánicos, convirtiéndose en una celebración popular que fusiona lo nativo y lo foráneo. Esta descripción quizá nos pueda dar luces sobre el proceso de mestizaje que para María Rostorowski constituye lo “cholo”.

Con lo anotado, queremos poner sobre el tapete un tema que ha sido postergado: la choledad de la Amazonía. Así, ¿es posible referirnos a un proceso de cholificación de la Amazonía?, ¿o es que la cultura amazónica está ajena a ello?

A continuación un artículo que nos da luces sobre el proceso de mestizaje:



Ciudad multicultural y estudios culturales

Rafael Ojeda (Periodista)
(Tomado de http://www.elperuano.com.pe/identidades/97/generos.asp)
.
Algunos dicen que la Selva posee un encanto que hace que quien la conoce no la pueda dejar jamás. Tal vez esa sea la historia de muchos inmigrantes que llegaron a Pozuzo, Tarapoto, Tocache y Aguaytía, entre otras ciudades. Juan José Vega escribió de una de ellas en 1976: “Es difícil hallar en Tingo María quien tenga el recuerdo de épocas lejanas, sencillamente porque resulta casi imposible hallar tingaleses, salvo niños o gente muy joven. Pues casi toda la población –hoy numerosa– ha venido de fuera”.

Esto se repite en muchas ciudades de orígenes difíciles de determinar, que antes habían sido asentamientos de pioneros y colonos, peruanos y europeos, a los que se sumaron en las últimas décadas las migraciones motivadas por el auge del narcotráfico, que atrajo cantidades ingentes de moradores de las serranías que se establecieron y dedicaron al cultivo de la coca.

En esos centros urbanos convergen distintas expresiones culturales y tradiciones, pero el embate mediático ha impuesto una cultura de la diversión que está ocasionando la desaparición de manifestaciones folclóricas –como la pandilla–, las cuales ceden ante la influencia de la música andina, la cumbia colombiana y los ritmos brasileños, mejor adaptados al mercado. Los principales reductos folclóricos de la región aún están en Lamas, Pucallpa e Iquitos.

Hay muchos vacíos en los estudios culturales amazónicos que, ante la ausencia de investigaciones etnológicas, antropológicas y musicológicas, han ocasionado que existan lugares en los que todo esto está por iniciarse, donde muchas costumbres se han perdido o están en camino de perderse, mientras el escasísimo material existente sobre ellas se dispersa en revistas e investigaciones foráneas.

No obstante, la necesidad simbólico-identitaria impuesta por el mercado y la necesidad de vender exotismo en los estilos de vida, exigidos por el turismo, han hecho que la población multicultural de la ciudad haya comenzado a recuperar las complejas iconografías y vistosas danzas de grupos étnicos, como los shipibo-conibo, cuya imaginería descollante ha repercutido en el espacio simbólico y visual de muchos de los centros urbanos de la región.

Pero ni el universo mítico de la noche, rico en seres terroríficos – la Achiquinvieja , ser antiguo y contrahecho que rapta niños para devorarlos; los Yacurunas, bufeos que roban almas humanas; el Maligno y Tentador, seres espectrales que avanzan en sombra negra llevando el mal de los muertos por la ciudad–, ni esa alegría solar que caracteriza a los habitantes de la zona han sido bien tratados en la famélica literatura selvática, desaprovechados como recurso estético que pudo darle la originalidad de una sensibilidad amazónica propia, como la brasileña. Destaca la solitaria voz de Arturo Hernández, de Selva trágica y Sangama, aunque con incidencias más bien naturalistas. Fragilidad de la que no escapan otras disciplinas, debido a la pobre política cultural y el bajo nivel intelectual de los centros de estudio.