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Desde este momento el Perú es libre e independiente. La creación de la república y el destino de lo cholo

R. Alonso Vivanco
Ciudadano constructor


A diferencia de una monarquía —que es una sociedad conformada por diversos estamentos sociales organizados verticalmente, teniendo unos pocos (los nobles) privilegios y prerrogativas negados al resto de la sociedad (los siervos o plebeyos)— una república es una comunidad política de ciudadanos libres e iguales. En una república TODOS los ciudadanos, por igual, gozan de un conjunto de derechos (libertades civiles y políticas, y derechos sociales) y tienen diversos deberes para con la comunidad política (el respeto de las normas de convivencia social, el pago de los tributos, etc.)

¿Fue eso lo que se constituyó en el Perú cuando se fundó la república? La evidencia histórica es concluyente. Lo que se fundó en 1821 fue una república únicamente en los textos constitucionales, en el papel, pero que en verdad no fue tal; no por lo menos para la gran mayoría de la población indígena y chola, numéricamente superior al sector criollo. El Perú nació como una república, pero en los hechos estuvo organizado como una sociedad estamental; o —en palabras de Alberto Flores Galindo— como una república sin ciudadanos.


Los orígenes del problema

Tras la conquista del Imperio de los Incas, la Corona española estableció un sistema de dominación social, por el cual la cultura dominante española sometió a la cultura dominada andina. Debido a la diferencia de razas y cultura, tal sistema de dominación devino en un sistema de castas que hasta nuestros días persiste como una pesada herencia colonial.

Este sistema de castas estaba legalizado y dio lugar al establecimiento de dos “repúblicas” coexistiendo en el mismo espacio: una “República de Indios”, conformada por los pueblos indígenas sometidos, y otra “República de Españoles”, integrada por los españoles y sus descendientes (los criollos). Ambos grupos tenían condición legal distinta, ya que la desigualdad y el privilegio se encontraban legitimados como principios indiscutibles e indiscutidos propios del sistema estamental.

Este sistema de castas, sin embargo, no fue totalmente rígido, ya que su objeto no era restringir toda mezcla de las razas, sino, impedir el acceso de la cultura dominada a las posiciones de poder dentro de la sociedad. Ello permitió un amplio proceso de mestizaje racial y cultural, que con el tiempo hizo surgir nuevos sectores intermedios entra ambas castas; asimismo, fue el inicio de un lento pero imparable proceso de “transculturación”.

El régimen colonial, si bien subordinó a los pueblos andinos, respetó las jerarquías de la organización incaica, que tenía sus propias nobleza y plebe. Por ello los miembros de la nobleza indígena (los Curacas), compartieron con la nobleza criolla ciertos privilegios que sólo estaban reservados para los nobles. Tal situación permitió a los Curacas mantener su condición de elite indígena. Asimismo, las “leyes de indias” protegían ciertos derechos de los indígenas, sobre todo referidos a la propiedad de las tierras comunales.

Sin embargo, a fines del siglo XVIII, ocurrió un hecho crucial en nuestra historia: la revolución de Túpac Amaru II. Este movimiento constituyó la eclosión de una serie de movimientos locales que durante todo el siglo XVIII sacudieron al Virreinato. A diferencia de los anteriores, que representaban protestas locales típicamente indígenas, el movimiento de Túpac Amaru representó el aglutinamiento, al menos inicialmente, de todos los sectores provincianos dominados por el aparato burocrático borbón: indios, forasteros, mestizos y criollos. En la medida que (debido al impulso de las masas indígenas) la rebelión se fue convirtiendo en una revuelta popular anticolonial, los criollos y sus allegados la abandonaron.

Túpac Amaru pretendía forjar un estado multinacional independiente bajo la hegemonía incaica, que comprendiera a todas las nacionalidades, incluidos criollos y mestizos; eliminar las divisiones legales de castas y estamentos, menos la nobleza indígena, que por su origen debía ocupar los puestos dirigentes del nuevo orden. Proponía, asimismo, la permanencia de las autoridades españolas, pero el poder del curaca debía ser superior; asimismo, consideraba que la Iglesia Católica debía estar controlada por el Inca.

Como se ve, este proyecto era incluyente e inclusivo, a diferencia del proyecto nacional racista y excluyente que los criollos implementaron al “fundar la república”. De ahí que el proyecto tupamarista, más que una revolución indígena fue una revolución nacional. Su triunfo hubiera significado no sólo la conquista temprana de la independencia sino también, y sobre todo, la construcción del Perú como nación.

El lamentable fracaso de la revolución tuvo dramáticas consecuencias. La más atroz fue la destrucción de la clase dirigente indígena, lo que desarticuló la identificación étnica que la población indígena había mantenido pese a la explotación colonial. Descabezado el sector indígena, a pesar de constituir el grueso de los ejércitos independentistas y realistas, no tuvo un rol protagónico en el movimiento emancipador, y no participó en el pacto social y político que se supone implicaba la constitución de la república. Entonces, lo que se fundó en 1821 fue, a lo sumo, una república para los criollos. Los indígenas y los cholos estaban excluidos de tal sistema.


La república criolla, excluyente y racista

Según Basadre, cuando el Congreso Constituyente de 1822-1825 establece el sistema republicano, en teoría le dice a los peruanos que todos son iguales ante la ley; que deben cumplirse determinados objetivos, destinados al bien común; y que no deben cometerse los abusos que habían proliferado bajo el régimen español. Esto es lo que Basadre ha llamado la promesa de la vida peruana.

No obstante, y paradójicamente, con la independencia la situación de los indígenas —ya mala en la Colonia— empeoró. No sólo subsistió el sistema social de dominación y explotación de la colonia, sino se derogó la legislación colonial que protegía las tierras de las comunidades indígenas, lo que permitió a los criollos apropiarse de las tierras de las comunidades y convertirlas en latifundios. El fenómeno del gamonalismo no es colonial, sino republicano.

Waldemar Espinoza anota que de 1820 para adelante, la situación económica, social y política del indio fue deplorable, las más grandes miserias de la raza indígena tuvieron lugar desde entonces; económicamente regía la explotación a través del tributo, mitas y servicios personales; socialmente seguía aplastada por las clases de procedencia española, criolla y mestiza, ante cuya prepotencia los dispositivos de igualdad eran inoperantes para romper las vallas que los separaban; de modo que el título de “ciudadanos peruanos, de contribuyentes y de propietarios” que les dio el Estado eran palabras irrisorias. Los hispano-criollos, en cambio, con la conciencia de haber ganado “su independencia”, acentuaron su desprecio hacia los indígenas y mestizos, quienes definitivamente quedaron con el apelativo de “cholos”.

Tras la independencia fue evidente el desprecio racista que sentían los criollos hacia la mayoría indígena. Dado que la población andina indígena difícilmente podía ser exterminada, como en Argentina, Chile o Uruguay, y ya que el ordenamiento republicano impedía legitimar jerarquías legales, los criollos optaron por ignorar la existencia de esta población. Entonces, ocurrió la gran paradoja que el Estado, controlado por la minoría criolla, ignoró o despreció a la abrumadora mayoría de la población de su territorio. A decir de Sinesio López, una minoría en el poder decidía que el problema era la mayoría de la población.

Entonces, como señala José Matos Mar, el Estado Criollo, que no realizó mayores intentos de incorporarse al resto del país, definió su propia identidad como Estado Nacional, sobre el supuesto de que la nación era el mundo oficial de las ciudades, de que su relativa unidad cultural e institucional eran la misma unidad de la nación, y de que el ajeno universo de las mayorías que persistía mas allá de las ciudades representaba apenas una marginalidad intrascendente, a la que tarde o temprano, el desarrollo de la civilización haría desaparecer.

En suma, a pesar del nominal carácter republicano, liberal y democrático del proyecto criollo, lo que se erigió en nuestra sociedad fue un Estado Oligárquico, que mantuvo intactas las estructuras estamentales y la división de castas coloniales, y ahondó la profunda desigualdad entre la minoría blanca incluida y el mayoritario resto de la población.


Las migraciones y la cholificación

El sistema de dominación implantado en el área andina tras la conquista española recién comenzó a resquebrajarse a partir de un hecho demográfico: las masivas migraciones de millones de campesinos, de la sierra a la costa, del campo a la ciudad, ocurridas a partir de la década de 1950, tuvo como resultado la aparición y rápida consolidación de un nuevo actor social: el cholo.

Aníbal Quijano, a mediados de los sesenta, anota que el estrato social cholo, que emerge desde la masa del campesinado indígena servil o semi-servil, estaba en incremento. Este estrato se diferencia de la población india en los roles ocupacionales, el lenguaje, la vestimenta, la escolaridad, la movilidad geográfica, la urbanización y la edad. Así, el cholo es el resultado social del proceso de cholificación de la población indígena, por el cual determinadas capas de población indígena campesina abandonan algunos elementos de la cultura indígena y adoptan algunos de la cultura occidental criolla, con lo que van configurando un estilo de vida diferente al de las dos culturas fundamentales de nuestra sociedad, sin perder su vinculación original con ellas.

En ese proceso el sujeto social indígena se transformó, sin asumir totalmente la identidad de la cultura criolla occidental, sino dando lugar a una nueva identidad: lo cholo. La aparición de este actor social marca el inicio del acelerado desmoronamiento del sistema de dominación social impuesto por el régimen colonial. La explosión migratoria a la ciudad de millones de miembros de una sociedad que había permanecido durante más de cuatro siglos en condición de servidumbre, fue el punto de quiebre a partir del cual la mayor parte de la población, hasta entonces marginada, empezó a convertirse en ciudadana, sentando las bases para refundar la república y convertirla en verdaderamente nacional y democrática.

La apabullante presencia de los cholos, del mundo popular, del movimiento popular, de la plebe urbana, o como se le quiera llamar, ha marcado el nuevo rostro del Perú. Y a través de los cholos, este nuevo rostro del Perú reconoce finalmente su legado andino.


Los cholos y el poder

En el proceso migratorio señalado, sectores indígenas devinieron en sujeto moderno, urbano, productivo, social y cultural. Sin embargo, aún no han devenido en sujeto político. Como dice Carlos Franco, habiendo construido ciudades, una vasta red de empresas informales, masivas organizaciones sociales, una cultura propia, etc., no construyó sin embargo organizaciones políticas propias. En este plano, crucial para su desarrollo y poder en la sociedad, la plebe urbana no se auto-representó y más bien fue representada. Si así ha ocurrido, es porque ella no ha organizado un discurso global sobre sí misma, la sociedad y el Estado, en cuyo fundamento articule organizaciones, programas, estrategias de poder y compita por la conducción cultural y política del país.

El hecho que actualmente la plebe urbana, los cholos, no sean sujeto político limita sus posibilidades de continuar en el proceso de su incorporación plena al Estado, siendo éste un problema que debe solucionarse para culminar la construcción de una verdadera república.

Sabemos que ya existen en nuestro país las condiciones para la emergencia de un sujeto político a partir del sector cholo. El hecho que a partir de los noventa el pueblo haya optado por personajes como Fujimori y “sus cuatro cholitos” o “el cholo Toledo”, o que casi le haya dado el triunfo al cholo Ollanta Humala —más allá de los méritos o deméritos personales de estos personajes—, o que en el Congreso empiecen a proliferar representantes típicamente cholos, algunos de los cuales incluso reivindican su condición indígena, son muestras claras de que el mundo popular está exigiendo otro tipo de representación, una representación más acorde a sus demandas e intereses, y que además venga de sus canteras.

Sólo falta dar el paso hacia la auto-representación, que origine un nuevo sujeto político, que sea la efectiva expresión de los intereses de las grandes mayorías del país, de los cholos, que somos todos (o casi todos). Ello requiere una nueva relación o alianza entre los sectores populares, las clases medias progresistas y, en general, todos aquellos sectores sociales dispuestos a apostar por la construcción de una auténtica comunidad política nacional, que reconozca todas las vertientes culturales que vienen aportando en la conforman de nuestra identidad mestiza.

Se sienten ya los pasos. Ese nuevo sujeto político está naciendo; una nueva elite política verdaderamente peruana, mestiza, nacional, y comprometida en representar los intereses de todos los peruanos, sin exclusiones raciales, se está formando.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Una pregunta:

No quiero ser aguafiestas, pero creo que los verdaderos dueños del Perú son las transnacionales de estos países (España, Estados Unidos, Reino Unido).

Además, en la encuesta del poder, de los 10 hombres más poderosos:

3 son criollos (Alan, Castañeda, Brescia)
3 son blancos (Dionisio, Cipriani, Roque Benavides)
3 son cholos (Del Castillo, Valdivieso, Humala)
1 es japonés (Fujimori).

Teniendo en cuenta que ustedes son el 45% de los Peruanos, 3 cholos en esa lista es muy poco número. Los blancos (15%), los criollos (9%), y los asiáticos (1%) están mejor representados. Lo digo sin ánimo de ofender.

Anónimo dijo...

Es un deber moral para todos los peruanos leer el libro "Los Cholos y el Poder". Ese libro que ha desencadenado al fin la posibilidad de armar nuestra unidad nacional y el poder de nuestra raza. Busquenlo, el autor es ese extraordinario filosofo cholo Ricardo Paredes Vasallo

Santos Benavente Veliz dijo...

Saludos
El debate que intentas establecer a partir de un categoría, tiene ciertos grados de distracción.
Pues, es necesario considerar la identidad no como una igualdad matemática, sino como una diferencia, no como una ecuación matemática donde el primer miembros es igual al segundo, sino que la suma cultural no es igual sino diferente equidistante y convergente a su vez.
Cuando te refieres a lo cholo, quiero suponer que estas considerando al "Choccllo" o "choclo", término que en el proceso de desarrollo linguístico se utilizó para mensionar al maíz en cosecha. Quienes se encargaron de sacar las hojas y pancas, se les denominó desojadores o choccllos, y en carnavales los ridiculizaron denominándolos chocclos o cholos - luego choclos y cholos.
Por último, las raices políticas del Perú actual tiene una herencia no solo colonial, por ello es un país, diverso culturalmente, que una igualdad matemática no es útil para expresar su identidad.
Lo que sí estoy de acuerdo, que el país es heterogéneo y miestras no respetemos las diferencias, no se podrá hablar de identidad cultural.
Los símbolos de identidad despectivos quedan para aquel sector social que vive en una constante conflicto de identidad cuyos modelos generalmente se relacionan con la farándula o desconoce cual es su proceso individual y colectivo.

Unknown dijo...

FALSO AMIGO:
ALAN ES CHOLO , LOS BRESCIA LOS RICOS POR SI ACASO PORQUE HAY BRESCIA POBRES ESOS SI,SON POBRES LOS BRESCIA RICOS DESCIENDEN DE INDIOS DE ANACASH HUARI.

DIONISIO ROMERO ES MESTIZO QUE SU BISABUELO HAYA SIDO ESPANOL NO QUIERE DECIR QUE SE QUE EL RESTO DE SUS ANTEPASADOS HAYAN SIDO ESPAÇOLES QUE ERAN CHOLOS DE PIURA

OLLANTA TAMBIEN TIENE ANTEPASADO ITALIANO ESO NO QUIERE DECIR QUE SEA CRIOLLO.

DEL CASTILLO ES DE OJOS VERDES ESO NO QUIERE DECIR QUE SEA CRIOLLO

PARA SABER LA RAZA DE UNA PERSONA ES BUENO VER A SU FAMILIA PORQUE EN PERU POR EL MISMO MESTIZAJE UNOS HERMANOS SALEN BLANCOS Y OTROS MORENOS AHI SE DETECTAEL ORIGEN RACIAL DE LA PERSONA.

Anónimo dijo...

Pues no ofendes ni nada, anonimo. Pero sí estas malisimamente informado. Primer, que el criollo es aquel hijo de españoles nacidos en el peru, cosa que ninguno de los 3 son. Y el resto de los demas son cholos, a excepcion de Fujimori que no es de acá. Asi que primero informate antes de comentar :D

Segundo, ninguno de esos países es dueño del Peru porque no nos dan nada para seguir adelante, ni dinero ni nada. Ellos no son nada aqui solo países desallorados a comparación con el nuestro. Y no entiendo porque metes a EEUU y REino Unido, que relación hay, a ver dime?

Saludos ...

PdT; Amee el nombre del blog.
TODOS SOMOS CHOLOS! jaja y es verdad, no entiendo a aquellas personas que dicen ser mejores y no se consideran cholos cuando en realidad lo son.