martes

Exclusión, pobreza y éxito económico de lo cholo

Ramiro Vargas Córdova
Ciudadano constructor


Las crónicas periodísticas los han convertido en sus personajes preferidos. No existe un diario o revista nacional que haya obviado el testimonio de estos peruanos convertidos en figuras emblemáticas, íconos vivientes del éxito del empresariado eminentemente nativo Son los verdaderos “héroes” del capitalismo nacional. Un auténtico boom empresarial. Personas que empezaron de la nada para tenerlo todo en diversas áreas de la actividad humana. ¿Son acaso seguidores de Napoleón Hill (Piense y hágase rico) o simples seguidores de tradiciones, valores y costumbres ancestrales (la persistencia y la resistencia, las ansias de progreso, la familia, la tradición, la cooperación, la austeridad y la fe en lo que hacen)? ¿Son productos, acaso, de un sistema que invita a la lucha incansable por alcanzar metas cifradas, aprovechando inteligentemente el enorme potencial de oportunidades que la coyuntura histórica les ofrece “a pesar de todo”? ¿Qué diferencia podemos encontrar entre Yan Chow (vietnamita que llegara a Hong Kong, pobre y demacrado, en un barco de refugiados a los dieciocho años y a los 25 era todo un millonario) y la señora Flor Mercedes Gallardo Díaz, que creciera entre el campo y un barrio limeño rodeado de pobreza y delincuencia para convertirse posteriormente en dueña y ejecutiva de Kleider, empresa dedicada a la confección de prendas de vestir para damas, con ocho tiendas en Lima y concesionarios en todo el país y en Bolivia[1]. O el caso de Vilma Parra, dueña de la cadena de zapaterías Vilma, la misma que empezó con un modesto puesto de ambulante, vendiendo seis pares de zapatos[2]. Otro caso paradigmático: un señor que empezó vendiendo relojes. Cierto día llevó en un maletín nuevo con sus relojes en venta, despertando el interés de un ocasional cliente, no en los relojes sino más bien en el maletín; movido por este interés se lo vendió, dejó de lado sus relojes e incursionó en el mundo de maletas, convirtiéndose más tarde en uno de los más prósperos comercializadores de este rubro en el Perú, dando una muestra de flexibilidad, sin haber leído a Jack Trout y Al Ries, gurús del posicionamiento y cambios tácticos en el mundo de los negocios. Del mismo modo no podemos dejar de mencionar los ejemplos del Centro Comercial Gamarra y otros emporios empresariales que dan testimonio elocuente del poder económico que amasan empresarios cholos.

Veamos otros fenómenos que llaman poderosamente la atención a sociólogos y estudiosos de la realidad nacional. Un ritmo musical marginal, considerado de mal gusto por un sector de la sociedad más afín y proclive a las modas foráneas del momento, desde el rock hasta las baladas españolas y argentinas, pasando por los ritmos caribeños (salsa, cumbia, merengue, cha-cha-cha, reagge, etc.) con ídolos siempre lejanos, está ahora en el pedestal de la popularidad. Es dable señalar que en determinado momento el snobismo musical pierde adeptos y las legiones de “fans” de ídolos internacionales disminuyen ostensiblemente, es una especie de ruptura de los parámetros establecidos; sucede que muchos de esos ritmos adquieren un “sabor nacional”, son adaptados a la idiosincrasia del popular, convirtiéndose desde luego en un ritmo que paulatina e inexorablemente se va imponiendo y que, con sus variantes, recibe la aceptación y consagración de todos los sectores de la sociedad peruana El ejemplo más evidente es la música chicha. Nos causó asombro ver cómo, en la ceremonia central del concurso nacional del pisco en el Jockey Plaza –donde la mayoría de los participantes eran clase-medieros y bailaban al ritmo de una música criolla con Bartola –, la artista, suelta en medio de la jarana “Muchacho provinciano” de Chacalón. La euforia que se notó en esa cita bailable y en ese escenario catalogado por mucha gente como “pituco” fue total. Es una muestra de aceptación y reconocimiento de lo que antes era marginal y empieza a ser aceptado. Un ritmo nacional que cuenta con sus propias estrellas y hasta su “mártires”, que van desde Juaneco y su Combo en los años 70, pasando por el mismo Chacalón y Enrique Delgado en los 80, y por último el grupo Néctar. Del mismo modo, el folklore andino, exclusivo de los clubes departamentales asentados en la Lima (desde los años 40) o en las ciudades capitales del país, amplían su espacio y copan la atención, primero de los limeños, y luego se extiende a todo el Perú, con el agregado de los peruanos migrantes en el extranjero, que se constituyen en algo así como la avanzada de esta onda musical peruana en predios latinoamericanos y de otras latitudes.

Otro aspecto a resaltar: el modelo conceptual y factual de ciudades sufre un cambio, con la globalización y el caos urbano. La comunidad autogestionaria de Villa el Salvador ya no es el dechado citadino que acaparó las miradas allende las fronteras del país. Así, hoy vemos con gran admiración y sorpresa cómo un distrito limeño se yergue pujante y altivo con luces de neón, mega plazas, pollerías, chifas y varietés de toda índole. Nos referimos el distrito de Los Olivos, (cuna del “perreo” como aporte de la danza popular de nuestro país). Esto, claro, desde la perspectiva de una Lima con un marcado pluriprovincialismo.

¿Qué de común tienen estos personajes que han trastocado la manifestación cultural peruana? ¿Es que nos encontramos ante nuevas facetas y manifestaciones de la identidad peruana? ¿Podríamos señalar que se está produciendo una nueva forma y estilo paisajístico de un Perú que permanecía aletargado, sin autoestima, sin entusiasmos y que hoy, felizmente, renace y pone en juego un atavismo prodigioso y muestra un poder que antes parecía no ser visible?

En todo este contexto encontramos elementos de carácter cultural que, a la vez, representan una respuesta a la marginación y menosprecio que durante siglos han menoscabado de alguna manera la conciencia nacional. Sin temor a equivocarnos, es demostración de la potencialidad inmersa en el ser nacional que ya encontró la válvula de escape. El serrano desdeñado ayer se convierte hoy en el cholo “de mierda”, pero con plata y poder, amén de ser respetado y admirado. Ya no es el indígena de los años veinte del siglo pasado. Tampoco está el criollo de antes, arrasado por ese aluvión de “serranos”, indígenas y cholos que llegaron a poblar las periferias de las ciudades costeras y que al final termina con todos ellos, integrándose y creando una nueva manifestación social y cultural, rebosante de tradición, costumbres y cierta dosis de modernidad. Vale decir, una genuina mezcla de ayni y minca, con individualidad, ansias de reconocimiento y progreso.

Las experiencias históricas que han hecho posible la construcción de naciones han sido muchas más de las veces cruentas. La Guerra de los Cien Años hasta la paz de Westfalia en Europa pueden dar fe de ello. La Guerra de Secesión norteamericana, hasta la Revolución Mexicana nos pone al tanto de esa verdad. Connotados historiadores afirman que perdimos una excelente oportunidad de constituirnos en una nación poderosa con la frustrada rebelión de Túpac Amaru. Desde allí hasta ahora se han seguido buscando los mecanismos históricos, étnicos, geográficos, culturales, sociales e ideológicos (esto último en el sentido semántico) que son necesarios para articularnos como fehaciente colectividad. Tal reto puede ser una tarea de élites o una decisión de los excluidos y marginados que, siendo inmensa mayoría, con sentimientos semejantes y anhelos comunes, asuman el poder e impongan su ideario. O, en el mejor de los casos, de una articulación ambos en la construcción de una nueva propuesta. Evidentemente es un desafío grande, y tarde o temprano los peruanos encontraremos los medios y las formas para plasmar en toda su dimensionalidad la construcción de la identidad peruana, base central de nuestra nación y República. Y, en esta construcción, la prospectiva del poder cholo desde la pluridimensionalidad no debe perderse de vista.

[1] Actualmente Exporta sus prendas de alpaca a Chile, Bolivia, Argentina y Ecuador.
[2] Al mes factura quinientos mil soles y el 2007 está en sus planes exportar

1 comentario:

roal dijo...

Cumbia de antología

Después de un simple sondeo por las discotiendas de Miraflores, Jockey Plaza, El Polo, Plaza San Miguel, Caminos del Inca e Higuereta, de las más pitucas de la capital, resulta que entre los primeros diez álbumes más vendidos aparece uno de pobre presentación, nada atractivo a primera vista y que lleva un título simplón: Tropical Mix 2008. ¿Por qué esta placa de apariencia "pirata" es una de las más compradas por los sectores A, B y C, que suelen copar los mencionados centros comerciales? Simple: el disco es una potente colección antológica de los temas más populares de la movida cumbiambera que protagonizan, entre otros, el Grupo 5 y Caribeños.

Los encargados de las tiendas relataron que ni bien hacían girar la placa, la gente preguntaba por el producto y lo compraba casi en el acto. La cumbia se ha convertido en la banda sonora del momento de la sociedad limeña, tanto de los de arriba como de los de abajo. Si hasta Joselito, famoso por animar las principales fiestas de la capital, ha tenido que incluir a la cumbia en su repertorio internacional. Moda o fenómeno pasajero, no hay una combi, una pollería, un paradero, una cebichería, un cumpleaños, un matrimonio, un quiceañero, cortapelo o yunza, donde no suene al menos uno de los temas de impacto de la cumbia peruana. ¿O no?

Aunque se han popularizado mucho "Y qué", "Que levante la mano" y "Otra noche sin ti", del mexicano Alejandro Vezzani –de la banda Los Ángeles de Charly–, el talareño Estanis Mogollón Benites y el chepenano José Zelada Gómez han aportado más números exitosos para el Grupo 5 y Caribeños: "Motor y motivo", "Te vas", "El embrujo", "Quién cura el corazón" y "Eres mi bien", del primero; y "Acabó la farsa" y "Solo muy solo", el segundo.

Y hay más, mucho más, solo que en Tropical Mix 2008 están compiladas únicamente las bandas de Monsefú y de Guadalupe (además de un tema del grupo Corazón Serrano). Hay que decir, sin embargo, que la presentación del disco es lamentable, y que el éxito no es una disculpa. Entonces, a mejorar.

Ángel Páez